Cuando estás de vacaciones en una ciudad que no conoces, es muy útil llevar aplicaciones en el móvil que te aconsejen sitios a la hora de ir a comer, porque lo último que deseas es que te amarguen la tarde con una comida desastrosa, insulsa y, lo que es peor, indigesta.
Por eso yo llevo siempre conmigo la app de 11870, web de la que soy usuario y donde suelo publicar mis impresiones gastronómicas.
Buscando sitios para comer cerca de donde me encontraba, leí buenos comentaros de este restaurante; afortunadamente no se equivocaron.
El local tiene cierto aire moderno, con decoración tipo nave industrial que me gustó particularmente. Al entrar encuentras una larga barra y más al fondo se sitúa el comedor en dos alturas.
Como había reservado, no tuve problema de mesa. La carta consiste en una serie de platos, todos de tapeo en barra pero en este caso, sentados en una mesa.
por suerte iba acompañado, así pude degustar un poco de todo y habiendo leído las recomendaciones, fuimos a lo seguro.
Para empezar, dos tipos de ensaladilla; el típico montado de ensaladilla rusa coronado por una sardina y el llamado “Marinera a mi manera”; un cuenco de ensaladilla con unas regañás aparte para que tú mismo te hagas tu propio montado. En este caso me quedo con el segundo plato, ya que al primero no le vi el sentido de poner la sardina y en boca me resultó algo salado.
Luego llegaron las Croquetas de jamón con trompetas de la muerte y trufa negra, una delicia que nadie debería perderse; Revuelto al momento… de trigueros, jamón, gambas y huevo a 65º, impresionante y en su punto.
Continuamos con Hojaldre vietnamita de carrillera de Ternera al Vino tinto con setas Shi-take. Me quedo con la presentación de este plato, en la mitad de una botella de cristal cortada a lo largo, ya que el plato en sí no me pareció nada excepcional. Para finalizar otra delicia en miniatura, Milhojas de pato confitado, foie, manzana, queso de cabra caramelizado y salsa de frambuesa. Se tarda más en contarlo que en comerse uno. Está delicioso con una costra de caramelo que a mi me encantó.
Como goloso que soy, no nos podíamos olvidar de los postres. Mi pecado fue no poder acabar el mío que era un plato con seis formas de preparar el chocolate: en salsa, mousse, crocante, en bizcocho, crujiente y me he olvidado de la sexta forma.
Otro de los postres era una Tarta de queso manchego y torrija al vino tinto, muy lograda la tarta con su forma de trozos de queso que realmente sabía a queso manchego, un acierto.
Pero el mejor de los tres fue un Coulant de turrón con helado. Impresionante el bizcocho y el relleno. Será mío la próxima vez que vaya.
Mención aparte y a destacar el trato recibido por el personal, muy amable y profesional en todo momento.
En definitiva, un lugar recomendable al 100% que me gustaría que estuviese en Madrid.
Precio aproximado: 25-30€
